MEMORIAS MISIONERAS DE MADRE ANTONIETA

MEMORIAS DE MI INFANCIA.

Nací el 22 de septiembre de 1907 en Bottrop, Alemania. Fuimos diez hijos: 5 varones y 5 mujeres. Soy la novena de los diez. Considero un regalo de Dios el haber tenido una familia profundamente cristiana. Yo recuerdo que todo era unión, respeto, amor, no recuerdo una sola desavenencia que hubiera habido entre papá y mamá. Fueron unos verdaderos educadores, padres ejemplares. Los recuerdos de mi infancia son muy lindos. Mis hermanos me ponían de intermediaria entre ellos y mi papá; ellos me decían: "dí a papá que si nos deja ir al esquí, que somos seis, tú también vienes, nosotros te enseñamos". Allá voy: "papá, yo quisiera ir al esquí, pero somos seis". Papá decía: "bueno, pero ve con mamá, y le decía a ella: "mamá pedí permiso a papá y dice que sí, yo le dije que somos seis". Ella me miraba y decía: "dijo también cuanto tiempo?”. Dijo que una hora. Nos íbamos pero apenas oíamos el silbido, uno a otro decíamos: "silbido de papá, silbido, silbido. Llegábamos con el hielo colgando de la ropa. Nos arreglábamos y todos a rezar el Santo Rosario. Papá, mamá eran grandes devotos de la Virgen. Mi papá era cantor del coro de la Parroquia, cantaban en la Misa solemne. Papá iba a las seis, mamá a las ocho, ella llevaba a las chicas y papá a los muchachos. A las nueve desayuno (en la mesa todos estábamos por orden de edades) a las diez, hora de canto. Como yo era la novena, Isabel dos años y Hans, por ser los más pequeños estábamos de oyentes. El coro era de cantos nacionales y otros muy bonitos. Mamá tenía muy bonita voz, papá mejor todavía. No usaban armonio ni piano, sino citara, flauta y otros instrumentos de viento. Papá iba con dos de mis hermanos mayores a cantar en el coro de la Misa solemne.
Yo era muy conocida en el barrio. En la calle donde vivíamos, las familias que me conocían solicitaban a mamá que me permitiera acompañar a alguna persona grave. Yo me ponía muy contenta, porque tenía que llevar la vela y se la ponía al enfermo en la mano, y me recordaba que mi mamá en las mañanas mientras me peinaba me daba catequesis, y ella me había dicho: "mira cuando te bautizaron, te pusieron una vela encendida en la mano, recibiste la luz de Cristo; cuando le pongas al enfermo la vela en la mano, le tienes que decir 'cuando te bautizaron recibiste la luz, la gracia de Dios, ahora El te llama y tienes que ir con la luz de la fe' ". Yo lo hacía a mi modo, como niña de 5 años, rezaba una Padre Nuestro y un Ave María, todos se callaban, nadie decía nada. Yo no tenía temor alguno. Otro recuerdo es el de atender a los soldados enemigos. Los heridos de la guerra, venían a nuestra casa. Mi hermana mayor apenas veía una gota de sangre se desmayaba, cuando mi mamá se daba cuenta me llamaba a mí, aunque yo era muy chica, lo recuerdo porque me ponían un banquito para alcanzar la palangana y ella me enseñó como tenía que lavar el brazo del herido, con una esponjita suave yo le lavaba las llagas... con el herido no nos entendíamos, él hablaba francés, no sabía el alemán, pero recuerdo que yo le hablaba en mi idioma, y le preguntaba si le lastimaba cuando le lavaba suavecito con jaboncito. El me hacía entender que no le dolía. Lo que más recuerdo de las enseñanzas de mamá era consolar, rezar y dar la luz de Dios. Ella guardaba manzanas entre el pasto y les indicaba a los soldados heridos, que se las llevaran, compartía de lo poco que teníamos.
Yo calculo que tenía entre 5 y 6 años, porque todavía no iba a la escuela.
Recuerdo la muerte de papá. El nunca vio un médico, pero un día al regresar del trabajo lo cogió una tormenta de granizo, llegó a casa temblando, daba diente con diente. Le dio una pulmonía fulminante y en ocho días el Señor lo llevó a la Casa del Padre. Mamá le dijo: "Vete tranquilo, yo no voy a formar otro hogar de ninguna manera, voy a cuidar a tus hijos como me enseñaste". Yo tenía 8 años y mi hermana S. Elizabeth tres. Los años hermosos terminaron con la muerte de mi papá. Mis hermanos fueron todos buenos, nadie dio una mala nota. Sus matrimonios muy unidos. Tanto ellos como sus esposas murieron santamente con los Sacramentos
<<Cuando tenía once años, mi mamá tuvo que mandarme a la capital de Holanda, a Haad, porque el clima y el ambiente atmosférico de Alemania me hacían mucho daño. Estuve hasta los 12 años en Holanda como pensionista. Mamá tuvo una enfermedad brevísima: 3 días. El primer día recibió los Santos Sacramentos, ordenó la casa perfectamente. El segundo día se internó en la clínica, porque era urgente el acto operatorio y el tercer día falleció. Antes de morir mamá me había escrito una carta como para una joven de 17 o 18. Yo vivía en Holanda, cuando llegué de la escuela recibí la noticia, y me desmayé. Me acompañaron a la frontera con Alemania, mi hermano me esperaba y al llegar a la casa, mi hermano mayor como Ana su esposa le dijeron: "Mamá ¿verdad que quieres saber que Antonieta y Elizabeth quedan con nosotros?" Entonces mamá abrió sus ojos y con la cabeza aprobó. Después de esto, inclinó la cabeza y murió.>>